La semana que termina ha estado marcada por las importantes iniciativas legislativas tramitadas tanto en el Congreso como en el Senado. También esta semana se ha celebrado el día de la comunidad autónoma de Cataluña. Un día en el que los políticos nacionalistas catalanes, acuciados por su pésima gestión, han intentado una vez más adormecer a su población con el canto de sirenas de un “Estat Catalá” que sólo puede existir en su imaginación. Ya dejé escrito la sensación tan angustiosa que sentí durante las elecciones catalanas en la localidad de Vic, una de las cunas del independentismo. Hay que evitar a toda costa que se sigan produciendo provocaciones por parte de las autoridades catalanas al estilo de la “cadena por la independencia” porque esas cosas se saben como empiezan pero no cómo acaban. Bueno, en este caso si sabemos cómo acabó, con la quema de banderas españolas y de fotografías del Jefe del Estado. Estoy seguro que nadie desea que en Cataluña haya ciudadanos de primera y de segunda. Los primeros, los afectos al régimen y que ondean orgullosos su estelada. Los segundos, los que se abrazan a la Constitución y presumen de ser catalanes y españoles, que haberlos “haylos” y en gran número. Y al fondo los Pujol…no digo más. Para zanjar el asunto urge mandar un mensaje claro y diáfano a esos gobernantes separatistas. Que la idea se os quite de la cabeza. No va a pasar. Fin de la cita.
Por otro lado, el pleno del Congreso aprobó ayer la Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno sin consenso y entre reproches de opacidad. La ley salió adelante con el apoyo de PP, CiU, PNV y CC, y con los votos en contra del resto de las formaciones políticas. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, prometió «no descansar en el trámite del Senado para que puedan incorporarse más grupos».Ya Rubalcaba se opuso en el gobierno a dotar a España de una Ley de Transparencia, convirtiendo nuestro país en el único de la Unión Europea sin dicha Ley. Rubalcaba se opone ahora desde la oposición no vaya a ser que se sepa la verdad sobre los EREs fraudulentos y alguna que otra cosilla. España necesitaba esta ley, por lo que su aprobación supone un hito en nuestro país y un primer paso por la regeneración democrática. El sentimiento de que la corrupción resulta impune está produciendo un enorme daño a la democracia y los ciudadanos claman por un cambio. La lucha contra la corrupción se puede ganar con políticos concienciados, actitudes limpias y leyes como ésta. La Ley de Transparencia debe ser una ley de todos: incorpora más de 90 enmiendas de todos los grupos. La regeneración democrática necesita un esfuerzo de todos por una causa común: conseguir que España sea mejor. No se trata de una ley únicamente del Gobierno o del Grupo Parlamentario Popular, se trata de una ley de toda la Cámara. Porque al final y haciendo mía una frase escuchada a mi compañero José Alberto Martín-Toledano: “rechazar la ley de transparencia es alinearse con la opacidad”.
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