La semana que termina ha estado marcada por las importantes iniciativas legislativas tramitadas tanto en el Congreso como en el Senado. También esta semana se ha celebrado el día de la comunidad autónoma de Cataluña. Un día en el que los políticos nacionalistas catalanes, acuciados por su pésima gestión, han intentado una vez más adormecer a su población con el canto de sirenas de un “Estat Catalá” que sólo puede existir en su imaginación. Ya dejé escrito la sensación tan angustiosa que sentí durante las elecciones catalanas en la localidad de Vic, una de las cunas del independentismo. Hay que evitar a toda costa que se sigan produciendo provocaciones por parte de las autoridades catalanas al estilo de la “cadena por la independencia” porque esas cosas se saben como empiezan pero no cómo acaban. Bueno, en este caso si sabemos cómo acabó, con la quema de banderas españolas y de fotografías del Jefe del Estado. Estoy seguro que nadie desea que en Cataluña haya ciudadanos de primera y de segunda. Los primeros, los afectos al régimen y que ondean orgullosos su estelada. Los segundos, los que se abrazan a la Constitución y presumen de ser catalanes y españoles, que haberlos “haylos” y en gran número. Y al fondo los Pujol…no digo más. Para zanjar el asunto urge mandar un mensaje claro y diáfano a esos gobernantes separatistas. Que la idea se os quite de la cabeza. No va a pasar. Fin de la cita.
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