El Batallón de Helicópteros de Ataque (BHELA-I), la unidad de helicópteros más puntera y más ciudadrealeña del Ejército de Tierra (camino de cuarenta y cinco años entre nosotros), se prepara para un nuevo despliegue. Doce años después de su misión en Afganistán los “Tigre” desplegarán en Eslovaquia, país que comparte 97 kilómetros de frontera con Ucrania, para ayudar a reforzar esa delgada línea que separa a Europa de la guerra provocada por la agresión rusa a su vecino ucraniano. Estoy seguro que los hombres y mujeres que sirven en esa unidad cumplirán su misión con la profesionalidad que les caracteriza. Aunque es evidente que este despliegue se hace en unas condiciones mundiales diferentes, porque la victoria de Trump ha trastocado la geopolítica y los equilibrios estratégicos en Europa y en la Organización del Tratado Atlántico, del que EEUU también forma parte.
Precisamente el despliegue español se hará bajo el paraguas de la OTAN, una organización a la que Donald Trump vapuleó verbalmente durante la pasada campaña electoral estadounidense, aunque curiosamente la única vez que en la OTAN se invocó el Artículo 5 – que estipula que un ataque contra cualquier Estado miembro implica una defensa colectiva – fue después de los ataques del 11 S de 2001 en Estados Unidos. Por eso me extraña la actual postura de Trump, que no puede ser debida únicamente al exiguo gasto militar que algunos estados dedican a su defensa y a la contribución a la OTAN. Porque si solo fuera eso Trump tendría razón.
Ya desde la época de Obama se instaba a Europa a aumentar su gasto militar. Fue en la cumbre de Gales de 2014 (hace ya más de 10 años), en la que los países de la OTAN acordaron incrementar sus presupuestos de Defensa para modernizar sus capacidades e ir situándose en línea con el 2% del PIB reclamado por EEUU, como criterio de convergencia del esfuerzo presupuestario. Cabe reseñar que en ese momento España era de los países que menos presupuesto dedicaban a la Defensa, situándose al mismo nivel que Islandia, Hungría, Eslovaquia o Lituania. Diez años después poco ha cambiado. España destina poco más del 1% del PIB, que sigue siendo uno de los porcentajes más bajos de Europa. Para que la situación se revierta hace falta voluntad política, y para conformar esa voluntad hace falta una ciudadanía informada y consciente de la importantísima labor de nuestras Fuerzas Armadas y de sus necesidades para garantizar nuestro sistema de vida en el marco de la Constitución. Un Ejército con medios adecuados y suficientes es un elemento disuasorio de primer orden frente a las veleidades bélicas de algunos vecinos, y por tanto el mejor aliado de la paz. Y a la vista del actual tablero internacional, aumentar el gasto en defensa y nuestra contribución a la OTAN va camino de convertirse en una cuestión de pura necesidad.
El actual imperialismo trumpista mostró recientemente su cara más abyecta en la forma en la que trató al presidente Zelenski en su visita a EEUU. Equiparar, al agredido con el agresor, a la víctima con el criminal, es de una indigencia moral a prueba de bombas. Por desgracia a Trump no le interesa el ordenamiento jurídico internacional, ni la justicia, ni la paz. A Trump solo le interesa el negocio. Un negocio sangriento en el que Putin ha hecho el trabajo sucio para que ahora el inquilino de la Casa Blanca pueda recoger los frutos. Parecía difícil, pero Trump ha superado ampliamente a uno de sus predecesores, Theodore Roosevelt, protagonista de una política exterior estadounidense agresiva que se dio en llamar del “big stick” (gran garrote), cuyo lema era “habla con suavidad y lleva un buen garrote”. Roosvelt utilizó esta frase públicamente por primera vez ante el Congreso estadounidense, cuando abogó por el refuerzo del armamento naval. Pese a todo fue galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1906, por hacer de mediador en la paz entre Rusia y Japón, que puso fin a la guerra del Pacífico. ¿Ansía Trump emular a Roosvelt y conseguir el Nobel de la Paz por acabar con la guerra entre Rusia y Ucrania? En principio no, se conforma con esquilmar y colonizar las reservas naturales de Ucrania, pero cosas más raras se han visto…




El pasado miércoles 23 de noviembre tuvieron lugar en el paraninfo del Rectorado de la Universidad de Castilla-La Mancha, bajo el título “Inteligencia, ciberespacio y democracia, las VI Jornadas de Cultura de Defensa Nacional. Organizadas a tres bandas entre la Subdelegación de Defensa en Ciudad Real, la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil. Contaron con intervenciones de altísimo nivel por la actualidad de los temas y la calidad de los ponentes. La jornada se inauguró formalmente por el rector de nuestra Universidad, Julián Garde, pero la ponencia inaugural corrió a cargo del general de Ejército Félix Sanz Roldán, exdirector del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que aseguró que los servicios secretos tienen entre sus funciones la de proteger a los ciudadanos de muchos riesgos, entre otros, de los procedentes del ciberespacio y que además lo hacen con un alto nivel de éxito. En las ponencias siguientes se trataron y fueron objeto de análisis temas como la inteligencia económica, la democracia y los servicios de inteligencia, la desinformación y las fake news y la ciberseguridad. Estas conferencias corrieron a cargo de agentes del CNI y de militares destinados en el Estado Mayor de la Defensa y en el Mando Conjunto del Ciberespacio.
Y cuando digo España no solo me refiero a la parte peninsular. También hubo Guardia Civil en América, porque entonces tan española era Cuba como Madrid. Fue a instancias del capitán general de Cuba, don José Gutiérrez de la Concha, nacido en Córdoba (Argentina), cuando en 1851 la Guardia Civil se despliega en Cuba y en Puerto Rico, siendo su primera fuerza una Compañía Mixta de 150 hombres. Posteriormente se creó un Tercio en “Comisión de Servicio” que llegó a contar con 379 hombres, de los que 121 eran de Caballería. En 1870 el Cuerpo ya contaba en América con 2000 guardias y en el Estado Militar de 1885 aparecen 4000 individuos de tropa y 2172 caballos, agrupados en nueve comandancias. Participaron en hechos de armas con el heroísmo que les caracteriza y tuvieron un papel importante en la lucha contrainsurgente al mando del general Weyler.








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