Durante este año 2021 se conmemora, si es que se pueden conmemorar una serie de derrotas con consecuencias tan funestas, el centenario del llamado Desastre de Annual. Me quedo con la primera acepción del diccionario de la Real Academia Española que define conmemoración como “la memoria o recuerdo que se hace de alguien o algo, especialmente si se celebra con un acto o ceremonia”. Considero que se debe recordar si no la derrota, sí al menos a todos los soldados cualquiera que fuese su empleo -y también algunos civiles- que dieron su vida por España en esas jornadas aciagas en las pedregosas y áridas tierras del Rif, en el norte de Marruecos. Un territorio separado físicamente de España solo por el mar Mediterráneo, un mar del que Bichara Khader, fundador del Centro de Estudios y de Investigaciones sobre el Mundo Árabe de la Universidad de Lovaina, dice que es demasiado estrecho para separar y demasiado ancho para confundir[1]. Quizá esta frase puede ayudar también a comprender lo que ha sido la relación de España con lo que hoy es el reino de Marruecos desde el siglo XIX hasta nuestros días.
Tierras agrestes e indómitas las del Rif, en las que junto a páginas de heroísmo extremo también se escribieron otras menos dignas de recuerdo, protagonizadas por aquéllos que, fruto del terror vivido, quisieron salvar su vida a toda costa. Una tragedia olvidada ya para una sociedad donde reina la inmediatez y las noticias a golpe de tweet, pero que en su momento causó una honda conmoción en España y tuvo consecuencias políticas y sociales de importancia capital como el colapso del sistema de la Restauración, que culminó en 1923 con el golpe de Estado de Primo de Rivera. Un general, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, que ya había sido depuesto anteriormente de algún cargo, como el de gobernador militar de Cádiz -por Real Decreto de 28 de marzo de 1917-, por exponer públicamente sus teorías abandonistas con respecto a Marruecos y que en las operaciones de Annual perdió a su hermano Fernando, teniente coronel de Caballería destinado como segundo jefe en el Regimiento de Cazadores “Alcántara” nº 14, un regimiento que con sus cargas heroicas protegió la retirada de las tropas españolas evitando la muerte de cientos de compañeros de armas, aunque no pudieron evitar una derrota que culminó en julio de 1921 pero que se gestó durante meses y años de una actuación política lamentable en cuanto a la gestión del Protectorado. Una gestión que, al igual que Primo de Rivera en 1917, un año después merecía las críticas del general Gómez Jordana, Alto Comisario de España en Marruecos, quien minutos antes de morir desplomado sobre la mesa de su despacho, había escrito una carta al conde de Romanones, en aquel momento ministro de Estado, exponiéndole su pesimismo sobre el futuro del Protectorado (recogido por Albi de la Cuesta)[2]. La pésima gestión política durante años, la falta de material adecuado, la escasa instrucción de las tropas de reemplazo y las nefastas decisiones estratégicas del general Fernández Silvestre, comandante general de Melilla, propiciaron la “tormenta perfecta” que dio lugar a esa gran masacre que los rifeños de Abd-El Krim cometieron sobre los soldados españoles, en muchos casos cuando ya se habían rendido y desarmado. Soldados de reemplazo en su mayoría encuadrados en los regimientos de Infantería de guarnición en la Comandancia General de Melilla. Estos regimientos eran el San Fernando nº. 11, Melilla nº. 59, Ceriñola nº. 42 y África nº. 68. El Arma de Caballería estaba representada por el anteriormente mencionado Alcántara 14 y el de Artillería contaba con tres baterías Ligeras y seis de Montaña. Para conocer en profundidad las unidades de la Plaza y el Orden de Batalla de todas las Fuerzas implicadas en el Desastre de Annual, desde la caída de la posición de Abarrán el primero de junio de 1921, hasta la capitulación de Monte Arruit el 3 de agosto del mismo año, imprescindible el trabajo de Rafael A. Contreras.[3] La gran mayoría de las bajas corresponden a esos regimientos de Infantería y también al Alcántara de Caballería, que en muchos de los casos fueron prácticamente aniquilados, lo que dio lugar a las cifras de alrededor de 8.000 muertos peninsulares que recogen algunos autores aunque otros la aumentan hasta los 12.000 (que en mi opinión pueden ser cifras de bajas que incluyan muertos y heridos). Mención aparte merecen los Regulares y la Policía Indígena que desaparecieron casi en su totalidad debido a que sus tropas, mayoritariamente indígena, desertaron en masa durante los enfrentamientos como recogen Albi de la Cuesta (citado anteriormente) y otros autores.
En definitiva una gran tragedia que no debemos olvidar porque, al margen de culpas y de consecuencias, fueron muchos los españoles que allí vertieron su sangre bajo la gumía o las balas de los rifeños y cuya memoria debe perdurar, para ejemplo de los que hoy siguen vistiendo el uniforme de nuestras Fuerzas Armadas y para los hombres y mujeres que lo vestirán en el futuro. Espero y deseo que esta conmemoración no pase desapercibida para el Ministerio de Defensa.
[1] Khader, Bichara: Cuadernos del Mediterráneo, ISSN 1577-9297, Nº. 6, 2006 (Ejemplar dedicado a: Fronteras y diálogo en el mediterráneo), págs. 23-32
[2] Albi de la Cuesta, Julio: En torno a Annual, pág. 149 Madrid: Ministerio de Defensa (2014)
[3] Contreras Cervantes, Rafael Ángel: Intrahistoria del desastre de Annual, Madrid, Ministerio de Defensa (2017)
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