Gobernar no es fácil. En esta sociedad en la que todos enarbolamos la tabla con nuestros derechos, con la misma vehemencia que Moisés enarbolaba las tablas de la Ley con los Diez Mandamientos, todos tenemos derecho a gobernar si ganamos unas elecciones. Por desgracia no todos están igual de preparados, ni tienen igual de claro su compromiso con la sociedad. Porque eso de gobernar con conocimiento y buscando el bien común ya estaba inventado hace años. Hasta Don Quijote intentó inculcar a Sancho esa forma de gobernar prudente y mesurada al frente de la Ínsula Barataria. De paso, aunque no se refiere en concreto a la actividad pública, el Código Civil nos impone a todos y cada uno de nosotros que nos comportemos en nuestra vida cotidiana con la denominada “diligencia del buen padre de familia”. Detrás de esa expresión se esconde la obligación de actuar de manera diligente y con el debido cuidado en todo aquello que hacemos, extremando todas las precauciones con la finalidad de que nadie sufra daño alguno a causa de nuestras acciones. Esta diligencia del buen padre de familia es la que faltó a los gobernantes del PSOE, que derrocharon el patrimonio de todos, y la que les falta a los que aspiran en la actualidad a derrocar al Partido Popular, a la vista de sus proclamas incendiarias, extremistas y con un concepto de familia bastante alejado de la visión que tenían de la misma los que elaboraron el Código Civil.
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