A fuerza de oír hablar de cifras, de economía, de empleo y de PIB, que en esencia todo viene a ser lo mismo, no habíamos reparado en una institución natural de nuestra sociedad que tradicionalmente ha cumplido un papel protagonista y que es ahora, en momentos de dificultad, cuando se hace más necesaria. Me estoy refiriendo a la familia. La semana que concluye conmemoraba, además de a San Isidro, el Día Internacional de la Familia. No soy muy dado a este tipo de jornadas conmemorativas “de algo” pero esta en concreto ha venido muy bien para ilustrar las medidas que el Gobierno de la presidenta Cospedal ha anunciado al hilo de esa conmemoración, instituida por las Naciones Unidas en 1993, haciéndose eco de la importancia que la comunidad internacional le otorgaba a la familia para promover la concienciación y un mejor conocimiento de los procesos sociales, económicos y demográficos que afectan a este importante núcleo de la sociedad. El propio Secretario General de las Naciones Unidas en su mensaje de este año al respecto decía: «La familia es el elemento que aglutina a las sociedades, y las relaciones entre las generaciones perpetúan este legado en el curso del tiempo. Este año, el Día Internacional de la Familia es una ocasión para celebrar los vínculos que existen entre todos los miembros de la constelación que conforma una familia. También es una oportunidad para reflexionar sobre el modo en que inciden en ellos las tendencias sociales y económicas, y sobre lo que podemos hacer para fortalecer a las familias en respuesta a ello.»
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