Algo más de un año después desde la toma de posesión de este Gobierno, España tiene una economía más fuerte. Esta frase que puede parecer osada viene avalada por argumentos incuestionables. En primer lugar, se ha hecho el mayor esfuerzo estructural de consolidación fiscal de la historia de nuestro país en un momento de recesión y tensiones financieras. La reducción del déficit en 2012 ha sido la mayor desde que empezó la crisis y ha permitido reducir la brecha fiscal que nos separaba de nuestros socios europeos y deterioraba nuestra confianza y nuestra credibilidad. Este esfuerzo de consolidación fiscal ha sido compartido (pese a lo que se diga de forma más o menos interesada), por las Comunidades Autónomas que han reducido se déficit público a casi la mitad en un solo año, del 3,31% del PIB en 2012 al 1,76% en 2013 con una mención destacadísima a nuestra región que partía de posiciones infinitamente peores que otras y que a pesar de todo, con el esfuerzo de todos y la determinación del Gobierno de Cospedal, ha cumplido como la que más. No cabía la opción de no cumplir porque este cumplimiento se traduce en confianza y en credibilidad y por ello no es casual que entre julio de 2012 y enero de 2013, las inversiones extranjeras en deuda pública española se han recuperado en 46.366 millones de euros y a día de hoy el Tesoro ha cubierto ya más del 40% de sus necesidades de financiación para 2013. En 2012 el Gobierno tuvo que iniciar un proceso de saneamiento del sector financiero que el resto de países de la Unión Europea habían comenzado en 2008 entre otras cosas porque ellos no negaron la crisis para ganar unas elecciones como hizo Zapatero. Este retraso en la toma de decisiones ha tenido un coste dramático pero se ha recuperado el tiempo perdido actuando en estrecha colaboración con las autoridades europeas, por no hablar de las exportaciones, que registraron en 2012 el mejor dato de la serie histórica.
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